viernes, marzo 24, 2006

Retiro y choque

Ay los budistas son bien lindos. Llegamos tardísimo, casi al anochecer y Juan nos ayudó a poner la tienda. La oscuridad no impidió que la pusiéramos en una pendiente que provocó que en la noche rodáramos en los sleepings y le cayéramos encima a Montse. Esa noche llegó tarde Arlén, y se durmió con nosotras, ni pensar en poner su tienda a oscuras. Nuestra macro-tienda parecía hotel. Al día siguiente estábamos desveladas y medio dormidas en la meditación.
- Mufasa (así le dicen a Dharmachari Upekshamati, porque su nombre se les hace impronunciable) Mufasa está bien bonito- dijo mi cuñada.
- ¿Bonito? Bonitos los perros, Lulú, está buenísimo- saboreó Montse.

Esa fué la revelación del retiro. En los siguientes dos días, fuimos un cuarteto de viejas sólo viendo a Mufasa. Y de verdad que sí está bonito. Tiene cuerpo de yogui, perfil apolíneo, ojos verdes y pestañas enormes y rizadas. Sólo su prominente calva entorpece un poco el asunto, pero era claro que no nos importaba. Yo había visto a Mufasa muchas veces, pero calor de Cuernavaca + yoga hacen que una vea cosas con otros ojos.
Yo insistía en que era gay y ellas decían que no. Como sea, está guapo y me dí cuenta que podíamos formar un clan como el Trevi- Andrade siguiendo el sendero de la iluminación, claro, y no el carisma y ciertas protuberancias de nuestro guía espiritual.
Cuando subimos al monasterio Benedictino, estaba en el lugar correcto (es la orden de los exorcistas). Se me pegó (literalmente) un aspirante a monje de 24 años cuando andábamos un grupito de 6 pimpollos en el monasterio. Me platicó:Los monjecitos crían hámsters rusos y pajaritos para vender. Hacen pan, velas y mermeladas, mas sus cosas. Nos enseñó el panteón (ni muertos salen los monjes de ahí) y explicó lo inexplicable. Las otras pimpollas se bajaron y yo me fuí con el conato de monje a exorcizar unas medallitas que había comprado. Pasé con otro padre,hizo lo propio, me despedí y me uní con las pimpollas.
Otra cosa, la comida vegetariana es deliciosa. Platiqué con todos y desobedecí la orden de silencio. Mi cuñada y Montse jugaron y acariciaron a un perro sarnoso, yo estaba horrorizada.
El último día, Mufasa cayó en nuestra mesa a desayunar y platiqué con él. Estaba encantado con las histerias pseudoporno-grotescas de las monjas del siglo XVII, y yo estaba feliz de contarle cochinadas y que se riera. Éramos almas gemelas.
El retiro acabó, y ya en carretera, una guapa venezolana deshizo el cofre de su coche metiéndose debajo de la defensa de la camioneta de mi suegro. Yo iba hasta atrás con mis hijas y sentí el empujón, pero nada para alarmarse. Mi suegra se puso fúrica. La defensa de la Suburban se deshizo. Mi cuñada y yo veníamos iluminadas por el sendero del Dharma y por los monjes exorcistas, todo nos era mínimo. Salvo eso y la pipa volcada en la carretera, todo estuvo bien. Le dije a mi esposo que lo había extrañado, y el muy ingrato me respondió un "sí, como no" bastante sarcástico. La verdad, soy una incomprendida.

Comments:
Uta yo por menos que ese golpe, por muy paciflorino que hubiera estado, me bajaba y le pateaba la pinche llanta, esperando pendejamente que se le desinflara y de paso sacar mi pinche frustación con alguien que ni siquiera me conoce pero sabedor de que fue culpable se sacara de pedo, pero no armara ninguno mas que uno que otro grito de: cálmeseeeeeeeeeeeeeeeeeee
 
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