lunes, mayo 22, 2006

Los santos no lloran

Tengo tres días de vacaciones, empezando el miércoles. Sólo vengo a trabajar mañana y seré libre. No puedo evitar creer que es para siempre o que las cosas que haré serán para estar cada minuto, un poco más lejos de aquí. Quien me conoce, no se espanta de que mis planes sean una especie de círculo vicioso: veo internet, leo y salen mil ideas. Mi vida es monótona y finalmente, son pocas - pero muy pocas- las cosas que puedo hacer. Y me frustro y otra vez viene la vuelta. Yo me hacía en un congreso en Puebla, hace un mes, y no puedo ir porque no tengo dinero y porque tengo que apurar mi investigación o llegará diciembre y otro año sin titularme.
Espero que estos días realmente algo sea distinto. Tres días- es cierto- no cambian la vida de nadie, pero me la paso echando treguas. Tres días es de lo que dispongo, fuera de trabajar (cumplir con un horario más bien), los quehaceres de mi casa (que son muchos) y las necesidades de mis niñas (que son crecientes). Tal vez por esperar mucho en tiempos tan cortos me pasan mis frustraciones, pero es lo único que tengo, no hay tiempo para disciplinas ni planes. Quisiera regresar el tiempo...y aprovechar. El tiempo perdido, los santos lo lloran, decía mi abuela. Yo cuando niña, no sabía porqué, si los santos no lo necesitan, no harán nada que no hayan hecho ya. El tiempo ya no importa cuando eres santo. No me figuro a un santo llorando ¿y en el cielo?¿quién llora en el cielo? No, me decía mi abuela, ellos lloran el tiempo porque ya están muertos.
-Ah.

martes, mayo 16, 2006

Vida pantuflera

Debo decir que he estado ocupada. Tengo amigos que me escriben directamente a mi correo electrónico y no es por mis reiteradas ofertas de correos pornográficos. Al parecer, esto de quejarse del marido y la vida pantuflera ha tenido resultados.
Ya tengo algo en qué pensar mientras veo a mi marido en trusa y camiseta rascarse por todos lados viendo películas de acción. Caray, me acuerdo de todos cuendo inhalo desesperada el salbutamol, en las noches lluviosas de mayo.
Estoy triste porque faltan 10 días de quincena, creí que tenía 400 pesos restantes en la tarjeta y me los quitaron por unos seguros de vida, carajo. ¡Cuando regresé a ordeñar el cajero sólo había 100 pesos!
¡Ay!

miércoles, mayo 03, 2006

La educación sentimental

Cuando yo era niña, nunca tuve el ideal familiar. Lo anhelaba viendo comerciales, pero nunca me ví dentro de él. Lo que yo quería era vivir como Barbie: trabajo, fiestas, un ente masculino por ahí, ocasional y cuando estuviera de buenas. La realidad es que ese "desencanto" era pura hipocresía, porque me enriaté en una familia tan pronto como me fué posible. Mufasa nos decía que a veces la vida te vende cosas muy caras, demasiado caras, y en el camino, te olvidas realmente lo que es vivir o el porqué de tus esfuerzos, verbigracia: para tener la casa con jardín, la camioneta, los dos niños sonrientes, y el perro en su casita, tienes que estar encerrado 16 horas en el trabajo, pagando un medio internado a los hijos, endeudándote para pagar la camioneta, malcomiendo y levantándote de madrugada casi todos los días. ¿todo para qué? como dice la canción. Es el precio por ser un creído, un ingenuo.
Cuando yo era yo, me gustaba leer y rebotar con el libro de la cama a la sala, y de ahí al WC y nuevamente a la cama, así todo el día, caminar sin prisas y tener interminables pláticas con mis amigos, las tertulias hasta las tres de la mañana y soñar con ser maestra de literatura...y ahora mi sentido del humor y qué digo mi carácter; mi equilibrio, dependen de una pastillita diaria.
Y claro que no parezco una Barbie, pero tampoco me unen semejanzas con mi Ken: Tengo filiaciones más bien de izquierda (aunque recelo de la izquierda en México) y él de derecha. No me gusta la televisión, y él la adora, él ama el cine estética videojuego y a mí me es indiferente, le gustan los cómics y a mí lo barroco. Y el gusto por la comida y el sexo, se ha vuelto escaso. La decepción cuesta cara, porque ahora tampoco puedo salirme así de alegremente como entré, sea por cuestiones logísticas, económicas, y de mera comodidad. Por miedo a agresiones, gritos y sombrerazos, porque tu vida ya no es tuya, la empeñaste por algo mejor, por un bienestar de cuatro (cinco con el gato).Por último, algo muy podrido debe tener una dentro cuando sueño con mi amiga a la que no veo hace un par de años y no le hablo por teléfono, ni le mando un mail. Y es que hoy, el cariño se capitaliza y no se puede ser fuerte en la generosidad, sino vulnerable.. dar te deja seco, despojado. No hay que dar cariños y finezas sólo porque me "nace", no ¿quién me dijo que ella se acuerda de mí?, ¿o que necesita un saludo mío?. Mejor les doy cariño a mis hijas, porque de eso no estoy sobrada, precisamente.

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