domingo, enero 30, 2011

La comidita

Mi hija Angélica llevaba días invitándome a jugar. Hasta que me conmoví ante su insistencia y jugamos en la casota de tres plantas que le trajo Santaclaus. Yo tomé una Barbie desgreñada y me puse en mi papel. Yo me llamaba Carolina y estaba sentada en la mesa (calle) viendo la vida pasar y en eso llegó su muñeca, Karen, platicadora y confianzuda.

La muñeca de mi hija en un santiamén me invitó - a Carolina, claro- a la fiesta en su casa, me presentó a todos sus habitantes, me dio de comer, me preguntó que dónde vivía y antes de que respondiera, me invitó a vivir en la casa.

- Y... ¿trabajas? - remató Karen (Angélica), mientras comíamos un gran pollo frito de plástico.
-No, estoy acabando una maestría, pero voy a buscar algo pronto, necesito dinero- dijo Carolina con cierto desconsuelo. No tenía amigos "de verdad", y aunque tenía puro 10, tampoco los maestros la invitaban a ningún proyecto.
-¡Ah! pues mi papá te puede encontrar un trabajo. Él conoce mucha gente.
¡Listo! Karen le había solucionado la vida a Carolina. Era un sueño vuelto realidad, justo todo lo que no tengo ahora, yo, su mamá, ella se lo daba a mi muñeca. En un rato, llegó todo: Amiga, tertulia, casa con elevador y limusina rosa, trabajo ¿qué mas podía pedir? Nada, en verdad, no me falta nada.

Mis hijas son mis mejores amigas.

This page is powered by Blogger. Isn't yours?