martes, julio 11, 2006

La alegría del mundial y qué hacer cuando la ira carcome

Otra vez tengo bronquitis. Ví la final del mundial, entre kleenex moqueados, tosijosa de garagajos y con picores por el constante escurrimiento nasal. Tomando antihistamínicos efervescentes, y con el cuerpo cortado, todo es soportable, menos el peor aliado de las gripes: el sudor. Yo sudo como manteca en sartén cuando tengo gripes. Mi abuela decía que así se "saca el frío". Sudar en casa sin hacer nada y tampoco poderte bañar es muy desagradable.
Pero, analicemos...Pelonzín Pelonzane no se debió de enojar por los insultos italianos, se sabe: los italianos son tan guapos como boquiflojos. Por otro lado, Pelonzín destilaba soberbia, estaba como quien dice, dormido, forrado en sus laureles.
Pelonzín no podía darme el regalo que yo merecía, Gatuso sí. Ese barbón chaparrín que corría como loco en el juego. Yo ni lo hubiera pelado de no ser porque en la refriega del festejo, se quedó sin calzoncillos. Seguramente no supo ni quién lo dejó en trusa, y por algún bamboleo de la camiseta azzura, supe que el italianito "tiene con qué". No digo más, no quiero exacerbar mi procacidad.
Poco después, cuando Gatuso inclusive yacía en el césped, tirado por una fiebre que nubla pudores, algún buen cristiano optó por darle un calzoncillo azul, para que no fuera a recibir la copa en trusa - muy blanca, por cierto-.
Luego de ese eclipse de ensueño itálico, todo volvió a la normalidad. Los kleenex, Shakira, que si Pelonzín Zidane debía estar muuuuy muuuuy triste, o muy enojado, qué se yo. Que si la imagen de Zidane dando la espalda a la copa era histórica... Entre los berrinches de Zidane y el desparpajo de Gatuso me vino a la mente la última defensa de mi tío León ante las burlas, cuando era pequeño y la sana virtud de la ira se apoderaba de todo su ser. Sólo quedaba apelar a la virilidad, y ante la turba de burlones, se sacaba el pito y propinaba una meada tan mojada y repulsiva, como su rabia.

martes, julio 04, 2006

Exhibiendo miserias

Y cada vez que Belén pide algo, le digo que somos pobres, que no tenemos dinero. Eso, que es una dolorosa jactancia para no gastar, resultó una vergonzosa arma que le dí a mi hija...y de paso me enteré de los gastos conspicuos de otras familias.
Belén les dijo a sus amiguitas que sus papás eran pobres. Ellas le dijeron que lo habían notado, por el coche que traemos (sniff!!!!escuinclas desgraciadas). En segundo lugar, que seguramente comíamos demasiado, las amiguitas le han preguntado a Belén porqué sus papás están más grandes que los demás (yo mido 1.70 y peso 80 kgs. y su papá 1.87 y pesa 120 kgs.) y ahora llegaron a la conclusión de que comemos de más y gastamos en eso.
Además, le dijeron que gastábamos demasiado en lujos como vacaciones y salidas por ahí. No salimos de vacaciones desde hace cuatro años.
Por otro lado, la culpa es de la mamá: se pinta el pelo, se pone uñas postizas y se maquilla demasiado. Gasta mucho en ropa, joyas y zapatos caros. El piercing de tu mamá sale caro, le dijeron (aquí yo estaba al borde del llanto)
Cuando le recriminé a mi hija su desvergonzada sinceridad, me respondió que eso le decía yo.
Tiene toda la razón, y aunque la pobreza no es ningún pecado, sí lo es la indiscreción. Como sea, esa lección de economía de las amiguitas me divirtió mucho y me dió gusto que no conmiseraran a mi hija, ni le ofrecieran comida en ese momento, cosa que suelen hacer de vez en cuando -mi hija llega con plátanos, galletas, yoghurts extras- que a veces, lo admito, me he llegado a comer yo.

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