lunes, diciembre 12, 2005

Misceláneo Radical

Hasta el momento no he hecho cosas muy inteligentes que digamos:
1- Fuí a mi primera sesión al Centro de Salud Mental y no me gustó. Mucha burocracia, mucho tiempo, trámites y cuando entré con la Dra. Ch., resulta que se molesta porque le doy información de más en mi historia clínica y que me mira con un mal disimulado tedio, pasándose la palma por la cara, de vez en cuando. No pude evitar pensar, bueno ¿y esta tipa quién es? ¿porqué expongo mi vida y conflictos tan así? . El colmo fué cuando me planteó retirar mi antidepresivo, que porque ya estoy bien, que las depresiones duran tres meses en promedio ¡¿qué?! pero si lo he tomado sin terapia durante meses, es un tratamiento largo, no llevamos ni dos sesiones y ya quiere disminuirme la dosis. No, yo no dejaré esa porquería. Claro que la habré de suspender esa basura, pero no ahora. No crean que porque no me gustó la sesión, ya no voy a ir. Aparte la mujer cayó en descrédito por no saber lo que es la algología, y por verme con un airecito de suspicacia mientras hacía mis afirmaciones. Voy a ir a la cita en enero 19 (imagínense si yo estuviera mal) y a la primera que no me parezca, le preguntaré que si francamente es un dolor de trasero tenerme ahí, me controle sólo la medicina hasta que la deje y todos felices. Pero que hacerme jetas mientras digo mis traumas, la llevará directo a chingar a su madre.
2.- Mi look estaba bien para el siglo XIX, tenía el cabello a la cintura, un castaño fabuloso y muy sano. Cero químicos y tintes. Cero secadora. Cero canas. Pero ahí va Wendy, la babas a hacerse un alaciado permanente y me jodieron el pelo. Casi lloro cuando me bañé y lo sentí más seco que un estropajo. La resolución es que, si sigue tan seco que no resbala un peine, me lo cortaré y andaré pelona. No será la primera vez. Será la tercera.
3.- Compré un té (tisana, decía) sin cafeína. Me llamó el aroma , tiene hibiscus, regaliz, naranja, canela, rosas, limón, amapola. Se llama Passion. Espero seriamente que no sea afrodisiaco. Té de manzanilla, jamás. Jamás a los 28.
4.- Hoy mi hija menor tocó campanitas navideñas y cantó vestida de monaguillo. Mañana es el cumpleaños seis de mi Belén.
5.- Parece que la única bendición de la Virgen de Guadalupe a este Instituto, es que no hay atención a usuarios. Les paso al costo que por ahí por el s. XVI, antes de la aparición de la Virgen de Guadalupe, el riquísimo gremio de plateros de la Nueva España, subvencionador de mil y un fiestas católicas, entre ellos Alonso de Villaseca, encargó el lienzo de una virgen española, al Indio Marcos. Es lo que recuerdo. La cita documental y detalles están en un cuaderno mío, que por supuesto, no traigo.
Todo esto de la aparición de la Virgen en una tilma, ayate o no se qué, tiene su antecedente más viejo en el Nican Mopohua, del Jesuita Lazo de la Vega, y es del siglo XVII, posterior y basado en chismeríos y leyendas que ya eran materia común entonces. Aquí aparece Juan Diego y toda esa leyenda. Si la pintura del Platero Villaseca que hizo el Indio Marcos, es la Guadalupana o no, es algo que no ha podido investigarse a fondo debido al fervor por la morenita del Tepeyac, que me causa un no se qué. Que quisiera ir con los ojos vendados y las rodillas sangrantes a pedirle perdón e indulgencias, y no lo hago y me siento hueca. Y si lo hiciera, me sentiría estúpida y me quedo sin saber cómo expiar, cómo pedir y a quién, cómo expiar ansias acumuladas. Cómo elevar piel, sangre y sudor lágrimas al furor divino, por mi causa más amada, la última, hasta allá, al cielo, quid est in caelis...Desde siempre la Virgen ha actuado como una traficante de influencias con su hijo Jesús, intercesora o mediadora, le dicen. Si mi niña hubiera nacido hoy, no se llamaría Lucía Belén, sino Lupita Belén, eso lo tengo seguro.

viernes, diciembre 02, 2005

Pinta de jueves

Ayer me fuí de pinta (no fuimos a trabajar) con mi esposo. De regreso, hicimos cuatro horas hasta el centro y creímos que nos iban a regañar en las escuelas de las niñas. El tráfico está insoportable. Fuimos a pasear primero a Coyoacán, muy de mañana, caminamos bastante, vimos casa bonitas y fuentes en brumas y desayunamos. Luego fuimos a uno de tantas plazas comerciales que hay aquí. Estaba cerca de la Universidad, pero me dió pena decirle a mi esposo que fuéramos a la Biblioteca por las copias de un libro que necesito y no he podido conseguir. Paseamos y vimos cosas bonitas. No suelo comprar nada en esos lugares, porque no me alcanzan unas, y otras, porque hay cosas que me gustan pero sencillamente, no son para mí. Como las zapatillas, como los vestidos, como la ropa donde no entro. Me gustan las tiendas como The Body Shop y Crabtree and Evelyn, oler todo, tengo manía olfativa. No compro nada o regreso luego de meses, a comprar el aroma que evoco en mi recuerdo. De lo que tengo, busco adaptarlo a lo que me agrada. No me crispa no verme como otras. Me crispa que conjeturo otro tipo de vida que sí podría llevar, con menos cosas, con menos estorbos y vejestorios. Más simple. Más minimalista, con mucha luz. Cuando pienso en que no tendría dinero, pero sí la vida escolar que tanto me gusta, eso sí que no lo tolero, no me lo tolero. Finalmente nunca he sabido lo que es estilo y nivel de vida porque soy descendiente de campesinos michoacanos, austeros y venidos a profesionales que desembocan en la burocracia.
Cuando yo decía que no temía morir, porque pensaba en apurar todo lo que la vida me daba, como un vaso hasta el fondo, no pensaba realmente en esto. Pensaba que si la muerte se llevaba tan sólo un empaque sin nada dentro, o un pabilo sin cera, todo estaría bien. Nada qué extrañar, porque para morir nací y por otro lado, no quiero vivir eternamente. No quiero estar aquí todo el tiempo. Quería consumir mi vida en tantas cosas, hasta olvidar que se consume en el acto mismo. Y que la flaca se llevara el puro zurrón, una bolsa vacía, una cáscara hueca.
Eso creía yo y se lo hubiera dicho muy segura a quien estuviera desganado. Pero me faltaba mucho, mucho. Tenía 20 años y no sabía nada.
Llegamos por mis hijas muertos de miedo por las sanciones. Fuimos a comer con ellas y no fuí a la clase que me encanta con mi maestra, me dió pena otra vez arruinar el día. Y vimos cosas de Navidad y me recompensó un poco ver la cara de mis hijas con las luces. Luego llegamos cansados al departamento de noche e hice el amor con mi esposo. Hubiera querido que fuera más cariñoso conmigo. Que me abrazara y me dejara agazaparme en sus enormes pectorales, mecida en sus brazos. Me explico: mi esposo es del tipo juguetón-hot y de ordinario yo también, pero esta vez andaba chípil (léase sentimental) porque tuve un día maravilloso y para hacerlo, tuve que dejar cosas que me importan atrás, muy atrás. Y he tenido muchos, muchos días así.

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