lunes, abril 18, 2005

Si desde lejos...

Así es, enferma de gripe y todo porque viendo bob esponja, se me antojó una whopper. Y se soltó un aguacero que me retrasó hasta las nueve de la noche. Mojados mi moreno y yo, nos quedamos afuera del Murder King, viendo cómo el poli nos movía el dedito índice, diciéndonos, no, no, ya cerramos. Por eso no pasarás de ahí, loser, pensé cuando ví su imperceptible, cínica sonrisita. Caray y yo con asma, que todo lo complica, no aguanto cigarros cerca, no puedo toser, toda agitación me hace añicos. Y como casi tengo la certeza de que nadie lee mi blog, postearé mi único episodio infiel, el que verdaderamente encabrona a mi plácido esposo.
Yo tengo un primito al que le llevo 3 años. Bueno, en realidad no es mi primo, porque es hijo de un tío abuelo. Voy a Michoacán desde niña, así que todos me conocen, y una buena vez apareció Daniel, sí, Daniel Montaño. Un niñito hijo de un padre alcohólico, el tercero de siete hermanos, muy bonito él por cierto. Me veía con mirada boba, perdido, como si yo fuera una pieza de museo, o una joya. No me irritaba que me viera, siempre, a todas horas y me lo cotorreaba a la menor provocación, lo hacía enojar, le ganaba a las vencidas, lo cargaba, le hacía cosquillas. Para entonces, otros primos de más edad andaban tras de mí (tenía yo como 13 años) y mientras me llevaban a pasear a caballo, Danielito les aventaba pedradas, y nunca me dejaba sola con ellos. Mi abuelo le dió el encargo de cuidarme y se lo tomó muy en serio. Mucho. Su mañita de salirme al paso a donde yo fuera, de asustarme cuando anduviera caminando sola (me gusta mucho caminar sola por el campo y créanme: en Sn Rafael no hay una alma en el cerro) me agradaba. Me halagaba y me daba risa ver a un chaval de diez encelado.
No fuí a ese pueblo durante mucho tiempo. Su hermana vino al DF a que por medio de una operación, le corrigieran una bizquera congénita. También le gastaba bromas, a la pobre. Pero cantábamos canciones rancheras en la noche, padrísimo, las dos. Comencé la Universidad y sospeché que mi gordito me era infiel. Tenía mis razones. Regresé a Mich. a los 20 años y no lo pude creer: ya no era un niño. Noooooooo qué va, claro que no. Seguía medio guerito, tímido, de pocas y telegráficas palabras, ojitos caídos y unas líneas verticales que se le dibujaban en los pómulas, cada vez que se reía. Y la misma mirada boba. Y enorme, eso sí, enorme y correoso, porque flaco no era. Me consta que no.
Me buscó en la boda del tío Ton. Que cómo estaba, le dije que bien y platicamos mucho, bueno, yo porque él casi no hablaba. Veía para adelante y de vez en vez, a mí. Nuestros ojos se encontraban, se reía y bajaba los ojos. Qué rancherote, dije. Esto ya se jodió. Me dijo que se iba a Estados Unidos, ya pronto. Me dedicó una canción. Luego, me regaló el cassette y me puse de mil colores. Esa noche no pude dormir.
Simplemente le dije que antes que se fuera, quería un regalo. En la noche, luego de cerrar la barda de la casa de la abuela, me preguntó qué quería.
Un peluche o qué, me dijo o una caja de aguacates, eso hago diario. Le dije que quería un beso. me dijo, bueno y se fue. Al día siguiente fué por nosotros (siempre andábamos en bola) para ir a tomar leche bronca. Como si nada, el guey. Me sentí una cualquiera, mira que joder una relación tan bonita, qué burra. ¿Me acompañas a encerrar?, me preguntó, le dije que sí, pero ya sin esperanza. Guardamos a las vacas. Soy una loca. Nos sentamos en la loma, vi a lo lejos. Como de costumbre, no me callaba. Se giró como fastidiado por mi parloteo, creí que iba a levantarse. Pero no, no se levantó. De un jalón, se volteó como un látigo, me bajó con su brazo y me plantó un besote. Un besote que duró un buen rato, en el que curiosamente, nos estábamos carcajeando. Como si me lo estuviera dando desde hace mucho, como si fuera una enorme travesura infantil. Esas travesuras se prolongaron una semana de navidad, en la que fuí muy feliz. Bailé con él, lo encelé, me enceló y luego de varios caldeos en el cerro, me pidió tener su primera vez conmigo. Yo me eché para atrás ¿cómo en el cerro?, la verdad, tenía miedo. El tipo era celoso y los michoacanos son especialitos. Y no me equivoqué. Se encabronó hasta levantarse y dejarme ahí, con las tetas chupeteadas al aire. Mejor vámonos, dijo. Sí soy una loca, qué monserga, pensé.
Claro que al día siguiente estaba ahí y me preguntó que si ya me había acostado con mi novio, con él porqué no. No me dejó contestar. Me dijo que por eso me quería, que no sabía porqué, que era inevitable para él ir y buscarme, verme hasta dormida y sin pintura, que nomás no podía dormir, que deseaba de corazón que yo no fuera, porque la agitación le duraba lo que mis visitas. Que se olvidaba de mí y en serio, pero que esa semana acababa con todo. No podía dormir: casi me lo arranco, me dijo una vez. Que sus papás lo regañaban, deja a esa muchacha en paz, le decían, es tu prima, ya son parientes, ¡¿qué más quieres, pues?! sus papás eran primos hermanos.
Me llevó a conocer parajes preciosos que yo no conocía. Me enseñó muchas cosas del campo y era muy sexy verlo trabajar con un azadón. Era muy fuerte, mucho y ya no le ganaba a las vencidas. Lástima, lástima que nos pelearamos tanto y fuera tan celoso.Yo tenía mi vida en otro lado. No había manera, de plano.
Me habló por teléfono cuando yo estaba embarazada de mi segunda hija:
Wende ¿cómo te trata ese cabrón, pues?
Bien, bien, Daniel.
Qué feos hombres te gustan, Wende.
Sí, ya sabes. ¿cuántas güeritas te traes, canijo?
Muchas, muchas, voy a la iglesia nomás para verlas.
Cógetelas y cuídate, Daniel.
Tú cuídate, y en donde ese cabrón te trate mal, te vienes pa´ca, Wende. Y si viene por tí, le pongo una putiza que le traigo ganas desde hace mucho, ¿eh?
Sí Daniel, gracias porque me hablaste. Me acuerdo mucho de tí.
Cuídese, adiós.
Mi hermana fué esta Navidad a Michoacán. Vino por primera vez, desde hace cinco años. No se ha casado, trabaja en Carolina del Norte en un restaurante friendo pescado, ama las cervezas, los cigarrillos y como buen ranchero, no le preguntó nada a mi hermana de mí. Pero ella me dijo que se le salían los ojos cuando hablaban de la Wende, y cuando le dijeron que tenía dos hijas, sí que le preguntó:
¿Dos? Yo sabía que tenía una.
No, Daniel- le dijo Sofía - tiene dos.
Ah la muy cabrona, dile que no importa que sean tres boletos.

Comments:
En primer lugar, gracias por decirle "joyita" a mi post. Muchas, muchas gracias por leerme.
En segundo lugar y sin entrar en detalles... bueno, mi prima también tiene dos hijos.
Saludos.
 
Se me olvidaba... si, el post lo hice yo.
Más saludos.
 
gracias plenu, escribes bárbaro, suy tu fan.Aprovecho para presentarte al GES, y decir que entre los primos siempre hay una relacioncita macabrona.
Querido GES, por desgracia todo es cierto,el nombre, lo de las tetas y todo. Menos el final. Sniff. Muchas gracias GES, nada mal para algo hecho al aventón en un alquiler de computadoras a las 10 de la noche y moqueando como loca ¿no?. Acomódate mi beso donde quieras, amado GES.
 
Apoyo la moción, hazle caso Wende!
 
Aaaay, me recordaste mucho a Coalcoman...los michoacanos son guapos, en el pueblo de mi Mama hasta el que vende pepinos esta guapo!!
Saludos Wendy!
 
Wendeeee, que historia tan apasionada. Yo nunca me enamore de ningun primo porque todos estan re feos pero tengo una prima que de hecho si se caso con su primo lejano y hasta tuvieron hijos. Excelente post.
 
Por cierto. Que se mejore pronto Wendeee.
 
Wende, este blog ya es clasificación R.

Arriba Michoacán.
 
JAJAJA MUY JOVIAL PERO CUAL ES EL FINAL VERDADERO
 
Gracias a todos por sus comments, Daniel, luego te paso la foto de mi primo.Gsus:me mandó saludar nomás perp no importa el final, ya acabó y ahí queda.Gracias por visitarme.
 
Publicar un comentario

<< Home

This page is powered by Blogger. Isn't yours?