martes, febrero 22, 2005
Sueño bolañesco luego del dentista
Regresé del dentista, donde leí Entierro (1400 por la muela, carajo) y me quedé dormida. Tuve un sueño muy raro, en el que aparecía Roberto Bolaño como uno de los amiguetes del buen Percy. Estábamos todos juntos en la casa de mi ex- amiga y yo veía a Bolaño muy nostálgico (como en sus fotos). Entonces me acercaba y platicaba con él. Hablábamos de muchas cosas, casi sentía yo que él era mi alma gemela, hasta me atraía un poco (en mis sueños soy toda una diosa seductora); de pronto me decía que él había escrito colaboraciones para una revista que llevaban los cuates y mi ex- amiga, y yo me sentía de la jodida porque mi aspiración desde hace mucho, es hacer una revista literaria-cómico-cultural, y me encabronaba que no sólo no me hubieran invitado, sino que ni me hubiera enterado del caso. Lo cual siempre pasaba con mis amigos, pero en fin.
Entonces, toda molesta, largaba al pobre Bolaño y reparaba en que los anfitriones de la reunión no me habían pelado, ni saludado siquiera. Y que yo estaba enojada con ellos. Y de repente estaba en una escena del cuento que acababa de leer (Entierro) en lo alto de un cerro oaxaqueño, donde caminaba cuesta arriba afanosamente, queriendo sacar ventaja de mi ex-amiga enojada que estaba atrás de mí (no me pregunten porqué pero lo sabía) y sintiendo un miedo atroz de voltear hacia atrás y sentir vértigo por la altura de la sierra oaxaqueña, donde nunca he estado, así que más bien parecía michoacana. Mucha gente estaba a mi alrededor, pero no podía verles la cara. Bolaño había desaparecido, como si su imagen fumando y la de la sierra fueran incompatibles. Algo que me odiaba venía por detrás mío. Y esa sensación era espantosa. Toda asustada, me reprochaba porqué no me había cogido a Bolaño cuando pude, cuando lo tuve ahí, tan cerca, y así haberme contagiado con sus fluídos, de algo de su talento para hacer un trabajo monumental aún en vísperas de la muerte, como él lo hizo y no estar poniendo delirios de sueño de influencia bolañesca pero sin talento, mientras me tomo un café con coffe-mate (¡la pareja perfecta!) y unas gorditas de maíz rancias envueltas en papel de china azul chiclamino que encontré en mi bolso.
Entonces, toda molesta, largaba al pobre Bolaño y reparaba en que los anfitriones de la reunión no me habían pelado, ni saludado siquiera. Y que yo estaba enojada con ellos. Y de repente estaba en una escena del cuento que acababa de leer (Entierro) en lo alto de un cerro oaxaqueño, donde caminaba cuesta arriba afanosamente, queriendo sacar ventaja de mi ex-amiga enojada que estaba atrás de mí (no me pregunten porqué pero lo sabía) y sintiendo un miedo atroz de voltear hacia atrás y sentir vértigo por la altura de la sierra oaxaqueña, donde nunca he estado, así que más bien parecía michoacana. Mucha gente estaba a mi alrededor, pero no podía verles la cara. Bolaño había desaparecido, como si su imagen fumando y la de la sierra fueran incompatibles. Algo que me odiaba venía por detrás mío. Y esa sensación era espantosa. Toda asustada, me reprochaba porqué no me había cogido a Bolaño cuando pude, cuando lo tuve ahí, tan cerca, y así haberme contagiado con sus fluídos, de algo de su talento para hacer un trabajo monumental aún en vísperas de la muerte, como él lo hizo y no estar poniendo delirios de sueño de influencia bolañesca pero sin talento, mientras me tomo un café con coffe-mate (¡la pareja perfecta!) y unas gorditas de maíz rancias envueltas en papel de china azul chiclamino que encontré en mi bolso.
Comments:
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Wendy, que mala onda, te voy a deber las fotos de los cerezos japoneses por hoy. Creo que mi compu finalmente dio su ultimo suspiro. Prometo ponerlas en cuanto sepa que paso...saludos!
Raquel, no te preocupes, te lo agradezco como si lo pusieras. Recuerdo las pinturas de las porcelanas orientales, deben ser esos arbolitos con puntitos rojos, hermosos.saludos.
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